Libertad
La capacidad de elegir, actuar y asumir la responsabilidad de sus propios actos
actualizado: 26 de mayo de 2025
.jpg)
La libertad es un concepto engañosamente sencillo.
En inglés, la libertad — freedom o liberty — es un concepto confuso porque está mal definido. Freedom y su sinónimo liberty se describen como “la cualidad o el estado de ser libre”, mientras que libre — free — significa “gratis”.
En español, libertad evita esta ambigüedad. Libertad es la “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Es un “derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas”. La libertad y la autodeterminación dependen de la posibilidad de elegir, y solo existen cuando las personas pueden asumir la responsabilidad de las consecuencias de sus decisiones.
La libertad implica la ausencia de presiones que eliminen la capacidad de elegir y de asumir responsabilidades. Las limitaciones evidentes a la elección y la autodeterminación también restringen —y a la vez ayudan a definir— la libertad, como el “estado o condición de quien no es esclavo”, “preso” o que no se encuentra bajo “restricción física”. Las personas libres “no están obstruidas, restringidas ni impedidas”, y “no están confinadas a una posición o lugar determinados”.
Aunque la libertad es un concepto inherentemente contradictorio, la libertad de movimiento ofrece un excelente ejemplo para entender qué significa ser libre. La libertad de movimiento representa tanto la libertad personal como un derecho “social, político o económico”, entre otros.
Libertad fundamental
La libertad de moverse es una libertad personal cuando cada individuo decide dónde quiere ubicarse. La posibilidad de desplazarse dentro de una comunidad permite a las personas elegir sus relaciones sociales y asociaciones, formando así la base de libertades políticas como la libertad de expresión, de reunión y de petición. De hecho, la libertad también se entiende como un “derecho político”, y los liberales valoran la libertad de movimiento como una forma de libertad política.
La libertad de movimiento también constituye la base de la libertad económica. Para poder elegir libremente dónde realizar actividades económicas —como trabajar o comprar— una persona no debe estar “confinada a una posición o lugar determinados”. Si alguien está limitado a un trabajo o comercio específico, por ejemplo, entonces no tiene opciones y, por lo tanto, su libertad económica está restringida.
La libertad de movimiento incluye también la libertad de migrar. La posibilidad de abandonar el propio estado le permite a la persona ejercer su independencia política, ya que una persona libre puede elegir vivir bajo otro gobierno. De hecho, la Estatua de la Libertad —el símbolo más icónico de la libertad a nivel mundial— fue erigida para dar la bienvenida a los inmigrantes que llegaban a los Estados Unidos.
Al mismo tiempo, no es irrazonable imponer restricciones aceptables a la libertad de movimiento. Los límites de velocidad, por ejemplo, garantizan la seguridad al desplazarse. De manera similar, las leyes que regulan la migración e inmigración ayudan a mantener la cohesión social al asegurar que quienes inmigran no representen una amenaza para la sociedad. Normas que exigen exámenes médicos para detectar enfermedades contagiosas o verificaciones de antecedentes penales, por ejemplo, buscan garantizar la seguridad en los procesos migratorios, de la misma manera en que un límite de velocidad busca garantizar la seguridad en la carretera.
Libertades en conflicto
La libertad casi siempre está en tensión consigo misma, por lo que limitarla suele ser necesario, como ocurre con los límites de velocidad. De hecho, la libertad de movimiento solo puede ejercerse plenamente cuando existen reglas, ya sea en las carreteras o en la inmigración. Sin semáforos ni señales de alto, los accidentes mortales serían frecuentes y, en consecuencia, la libertad de viajar se vería limitada.
Un ejemplo aún más claro de libertades en conflicto es la libertad de asesinar. La capacidad de asesinar es, en sí misma, una forma de libertad, ya que una persona puede elegir asesinar o no hacerlo. Sin embargo, el asesinato elimina la libertad de la víctima, quien deja de tener capacidad de elección. La libertad de una persona para asesinar es, por tanto, completamente incompatible con la libertad de vivir de su víctima.
Aunque el asesinato puede considerarse una expresión de libertad, también cumple con otra definición: la “contravención desenfrenada de las leyes y buenas costumbres.”. Más allá de quebrantar principios como la bondad o el respeto, el asesinato destruye la autodeterminación y la libertad de otro ser humano. Ante situaciones en las que dos libertades chocan —como el asesinato— el liberalismo prioriza la autodeterminación por encima de la transgresión desmedida de las buenas costumbres.
Ahora bien, la libertad también puede generar resultados desagradables. Libertad puede entenderse como “una falta de respeto a las normas sociales o de etiqueta” e incluso como “libertinaje”, siendo “desenfreno” un sinónimo posible de libertad. Aunque el liberalismo defiende la autodeterminación frente a violaciones brutales de las buenas costumbres, los liberales no están dispuestos a restringir conductas licenciosas o depravadas si la autodeterminación no se ve amenazada.
La libertad sexual es un ejemplo claro. Algunas libertades sexuales, como la libertad de violar, destruyen la autodeterminación de otra persona; por eso, el liberalismo rechaza con firmeza la libertad de violar. Otras libertades sexuales, como la producción o el consumo de pornografía, dependen de que tanto productores como consumidores elijan libremente involucrarse. La libertad pornográfica, aunque pueda considerarse licenciosa, representa un derecho fundamental a la autodeterminación y, mientras sea consensuada, no limita la autodeterminación de nadie. Por lo tanto, el liberalismo defiende con firmeza esta libertad.
La prueba de la tolerancia
El principio liberal de la tolerancia también actúa como un límite frente a libertades desenfrenadas que perjudican la autodeterminación de los demás. En general, si una libertad puede ser tolerada, entonces el liberalismo la respalda. El asesinato, la violación y la segregación, además de ser expresiones evidentes de intolerancia, no son fácilmente tolerables, ya que destruyen la autodeterminación de otras personas.
Otras libertades, como el uso de la marihuana, son más fáciles de tolerar que de rechazar. El intento fallido de prohibir la marihuana ha provocado la muerte de numerosos agentes de policía, ha debilitado el Estado de derecho y ha contribuido a una violencia generalizada de los cárteles que afecta a todo el mundo. Permitir el uso privado y responsable de marihuana, en cambio, no exige nada a quienes no la consumen, más allá de respetar la autodeterminación y la autonomía corporal de quienes sí lo hacen.
Llevando este análisis un paso más allá, el consumo de drogas —como la marihuana— mientras se conduce un vehículo no es fácilmente tolerable. Conducir bajo los efectos del alcohol o las drogas pone en peligro la seguridad de los demás conductores y ha demostrado ser letal e intolerable. Fumar cigarrillos mientras se conduce, en cambio, puede evitar que una persona adicta a la nicotina se altere al volante. Prohibir manejar en estado de ebriedad y permitir conducir mientras se fuma tabaco, por lo tanto, contribuye a que todos los conductores y peatones permanezcan libres, es decir, “desembarazado o exento de un daño o peligro”.
Libertad y paz
La libertad implica “la ausencia de necesidad, coerción o restricción”, por lo que es incompatible con la coerción violenta. La paz y la libertad se parecen en que ambas requieren seguridad, es decir, “ausencia de peligro”. En efecto, las amenazas de violencia anulan tanto la paz como la libertad, ya que buscan forzar un resultado específico, eliminar la capacidad de elegir y, con ello, destruir la libertad.
La paz y la libertad se refuerzan mutuamente, aunque los libros de historia están llenos de relatos de guerras en nombre de la libertad. Desde la guerra de Independencia de los Estados Unidos hasta la actual guerra entre Rusia y Ucrania, la libertad suele ser la justificación más común para la guerra.
Sin embargo, la guerra también ha demostrado limitar la libertad. Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, Estados Unidos adoptó políticas totalitarias, como el internamiento forzoso de ciudadanos japoneses en campos de concentración. En la Ucrania contemporánea, se han restringido libertades como la libertad de expresión y de prensa como parte del esfuerzo bélico.
Para respaldar la paz, la libertad debe definirse con claridad como un concepto complejo y multidimensional que abarca esferas personales, culturales, sociales, económicas, políticas, entre muchas otras. Cuando personas y gobiernos justifican la guerra y la violencia en nombre de la libertad, casi siempre están redefiniendo la libertad de forma limitada, reduciéndola únicamente a la ausencia de dominación externa y desconectándola de cualquier otro sentido más profundo.
Esa visión reduccionista de la libertad aporta poco al entendimiento mutuo, a la paz o a la misma libertad. Para proteger la libertad, los liberales deben reenfocar la conversación en torno a su definición real: priorizar la elección, la responsabilidad y la autodeterminación. Ya es hora de que los “luchadores por la libertad” —con su visión infantil y deshonesta— enfrenten el verdadero significado de la libertad y abandonen su lógica circular basada en que la libertad es simplemente algo “gratis”.