top of page

Guerra

El uso mutuo y sistemático del homicidio para lograr objetivos políticos

actualizado: 29 de mayo de 2025 

tanques quemados en las calles de Kiev, Ucrania

La definición común de guerra como una “lucha armada” es escasa, eufemística y elude los elementos cruciales del homicidio y la política. La guerra no es solo un enfrentamiento armado, sino un intento deliberado de utilizar la muerte y la destrucción para alcanzar un objetivo político.

Aun así, guerra es un término amplio que también puede describir una competencia feroz. Esta utilización persistente como metáfora ha vuelto redundante la definición de guerra.

Tomemos como ejemplo la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Ni China ni Estados Unidos están literalmente en guerra —no están tratando de alcanzar sus objetivos económicos mediante el homicidio sistemático— pero hay una sensación de competencia intensa que se etiqueta como guerra. Aunque la definición de guerra no contempla este matiz, el término modificador comercial es esencial para diferenciar entre una guerra homicida con fines económicos y una guerra comercial metafórica.

Al mismo tiempo, la mayoría de las personas reconocen la diferencia entre una guerra metafórica y una guerra literal y homicida. No hay nada de malo en hablar de una guerra en el campo de fútbol o en las urnas, pero las guerras homicidas son claramente un asunto mucho más grave. Por eso, la definición eufemística de guerra como una simple lucha armada debe ser comprendida con mayor claridad.

 

Guerras homicidas

Los participantes de una guerra homicida son conocidos como beligerantes: bandos o grupos opuestos que se enfrentan directamente y se matan entre sí, avanzando luego sobre los cadáveres de sus enemigos para controlar el territorio. Cualquiera que sea el objetivo de una guerra, el homicidio es el medio. La guerra no es una operación limitada con táseres o fuerza no letal; es una “lucha” donde normalmente se pierden vidas inocentes y donde matar es el acto que define el combate.

El alcance también define lo que constituye una guerra. Por ejemplo, dos personas que intentan matarse por una disputa de estacionamiento no están en guerra. La guerra es sistemática e involucra a un grupo numeroso que intenta asesinar a otro grupo numeroso.

Estos grupos suelen ser países, “naciones” o “bandos”, como en la Segunda Guerra Mundial, que involucró a más de 40 naciones. Pero también puede tratarse de grupos como las FARC en Colombia o el Estado Islámico (ISIS), actores no estatales que aspiran a alcanzar fines políticos.

Las guerras son sistemáticas y prolongadas, más allá de unos pocos instantes o enfrentamientos.

 

Las guerras son sistemáticas y prolongadas, van más allá de unos momentos y muertes. Dos grupos pueden pelear brevemente sin que eso constituya una guerra, como cuando piratas abordan un barco. En ese caso, hay una lucha por el control del barco, pero no una guerra entre barcos. Podría, eso sí, haber una guerra entre los piratas y el país dueño del barco, ya que la naturaleza prolongada de la guerra normalmente implica múltiples batallas y choques.

Lo más importante es que los beligerantes persiguen un objetivo político. Los piratas, por ejemplo, tienen objetivos personales —el enriquecimiento— pero, dejando de lado a Robin Hood, no suelen tener fines políticos. Es ese objetivo político el que transforma una serie de enfrentamientos en una guerra.

Algunas guerras buscan obtener el control político sobre un territorio. En estos casos, el beligerante debe matar a la oposición para ocupar las posiciones que literalmente reposan sobre los cuerpos de los derrotados. Así ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania y Japón intentaron conquistar territorios asesinando a quienes ya los ocupaban: China, Francia, Polonia y muchos más.

 

Otras guerras buscan imponer un objetivo político por medio del homicidio, pero sin fines territoriales. Ese fue el caso de la guerra de Estados Unidos contra Irak, cuando se buscó instalar un nuevo gobierno mediante el uso del homicidio, pero sin intención de anexar el territorio iraquí al estadounidense.

Leyes internacionales como los Convenios de Ginebra intentan regular la conducta en tiempos de guerra, pero son violadas con frecuencia, dando lugar a violaciones y asesinatos masivos de civiles. En casi todas las guerras —desde las guerras mundiales hasta los conflictos actuales en Ucrania o Palestina— civiles han sido asesinados o violados. De hecho, la guerra no es una operación limitada, sino una situación en la que los participantes deben asumir que pueden morir en cualquier momento. Bajo esa presión, las atrocidades cometidas por soldados son esperables, aunque siempre deben ser condenadas.

La guerra, por lo tanto, se comprende mejor como el uso mutuo del homicidio sistemático para definir resultados políticos. Su carácter prolongado y su brutalidad han dado pie al uso extendido del concepto en sentido metafórico, y hoy, la guerra también posee un profundo significado simbólico.

Guerras metafóricas

En este sentido metafórico, la guerra también puede referirse a una “lucha o competencia” no violenta, pero este uso solo sirve para suavizar la naturaleza atroz de la guerra. Por ejemplo, Pepsi y Coca-Cola están en guerra en este sentido, y se trata de una competencia seria. Sin embargo, esta guerra debe ser modificada con un término como guerra comercial o guerra de precios, para distinguirla claramente de una guerra real y homicida.

No obstante, así como la paz se extiende desde el plano internacional al interno, la guerra también puede describir la “oposición de una cosa con otra”, e incluso el “lucha o combate, aunque sea en sentido moral”. Un joven, por ejemplo, puede estar en guerra consigo mismo al luchar por dejar de fumar. De manera similar, existen guerras morales contra la pobreza o para erradicar enfermedades prevenibles como la polio y el sarampión.

La guerra también puede definirse como lo opuesto a la paz, o como una “desavenencia y rompimiento de la paz entre dos o más potencias.”. Pero en este caso, el concepto se refiere a un tipo más específico de paz: la paz internacional o interpersonal. La guerra es una palabra más restringida que paz. No hablamos de guerra cuando un niño rompe el silencio llorando en una biblioteca, ni cuando un pensamiento inquietante altera nuestra paz interior.

En su sentido más amplio, guerra puede referirse a cualquier situación donde exista una competencia intensa entre bandos opuestos o una gran lucha contra algo considerado dañino. De hecho, esa lucha contra lo percibido como dañino es lo que mantiene cohesionada la definición de guerra. Ya sea moral, económica o homicida, la guerra siempre se dirige contra algo que se percibe como una amenaza.

Tomemos a Rusia, por ejemplo, que ha declarado que Ucrania representa una amenaza para su existencia. De modo similar, Estados Unidos consideró que las políticas económicas de China eran perjudiciales para sus intereses, lo que dio origen a la guerra comercial. La pobreza y la polio también se consideran dañinas, al igual que el joven fumador considera que el cigarrillo es nocivo para él.

Política y guerra

La guerra suele ser glorificada, pero en la mayoría de los casos representa en sí misma una admisión de derrota y fracaso. La guerra es costosa en todos los sentidos: vidas humanas, equipamiento, dinero y costo de oportunidad. Por eso, la guerra es la estrategia política de último recurso. Para que una guerra estalle, antes debieron fracasar la cooperación, el compromiso, la negociación y toda una serie de ideas. En raras ocasiones —como en la guerra comercial entre Coca-Cola y Pepsi— la guerra puede ser resultado natural del éxito y beneficiosa para las partes involucradas. Pero por lo general, la guerra es una estrategia nociva, repudiable y brutal, que expone el fracaso del diálogo.

Tomemos como ejemplo el conflicto entre China y Taiwán. Ocho décadas de conflicto congelado han dado lugar a batallas figuradas por el reconocimiento en la ONU y a relaciones tensas en medio de la paz. Sin embargo, hoy los países están al borde de la guerra, con China decidida a “reunificarse” con Taiwán, mientras que Taiwán insiste en conservar su independencia. Si todas las demás opciones fracasan —cooperación, negociación, acuerdos— entonces estallará la guerra: la última y más contundente admisión del fracaso político.

Sin embargo, en lugar de recurrir al homicidio como estrategia política, China y Taiwán harían bien en buscar compromisos y reevaluar la viabilidad de sus objetivos. A fin de cuentas, el homicidio ha demostrado ser una herramienta ineficaz en términos políticos —basta con mirar el caso del Tercer Reich.

Bien entendida, la guerra es una afrenta a los valores humanos fundamentales. En casi todo el mundo, el homicidio se considera un crimen y un acto moralmente injustificable —salvo en defensa propia. No obstante, cuando los objetivos políticos parecen imposibles de alcanzar por medios pacíficos, muchas personas se sienten justificadas para recurrir al homicidio como vía política.

En última instancia, aunque algunos sostienen que hay causas por las que vale la pena morir, queda abierta la pregunta esencial: ¿podemos alcanzar una paz y una justicia duraderas a través del homicidio?

Quizás, la respuesta no esté en glorificar la guerra, sino en entenderla como lo que realmente es:
una estrategia destructiva, repudiable y perpetuadora del sufrimiento y la injusticia.

  • YouTube
  • Instagram
  • Facebook
  • X
  • Reddit

2025 El Peace Pro LLC. All Rights Reserved.
2025 El Peace Pro SRL. Todos los derechos reservados.

bottom of page